lunes, 23 de julio de 2012

"Escuela Nacional Tamaré"



Llegamos a Venezuela en el mes de septiembre y comenzamos a asistir a la escuela inmediatamente.  Nuestra escuelita la "Escuela Nacional Tamaré" era muy sencilla y bonita rodeada de grandes jardines naturales, con muchos árboles y huertos escolares que se hacían alrededor de sus inmensos troncos, allí se sembraban tomates, pimentones, zanahorias, remolachas, berenjenas y algunas flores, los alumnos nos encargábamos de regar los huertos todos los días, se habían formado 'comisiones' y cada una tenía su misión, nos íbamos turnando cada semana, así todos teníamos la oportunidad de aprender a realizar todas las actividades.  A mí me encantaba regar los huertos y quitarle la hierba a los cultivos, pero aunque no me gustara mucho, a la semana siguiente me tocaba estar en la comisión de limpieza del salón de clases, la cual realizábamos de la siguiente manera: esparcíamos por todo el piso que era de cemento, aserrín húmedo para no levantar mucho polvo y después se iba barriendo poco a poco, otros niños se encargaban de pasar el 'coleto' y otros de 'encerar' el piso, lo que se hacía con velas que se derretían en un recipiente y se le agregaba después un poquito de kerosene, todo esto siempre bajo la dirección y la ayuda del maestro de guardia.  Después de 'encerar', había que sacarle brillo al piso... sobre un trapo grande, nos sentábamos dos niños y otros dos niños lo iban arrastrando, así hasta que quedaba el piso como un "espejo" ¡brillante!... que trucos más lindos y ecológicos existían cuando no había tanto "progreso".


Pasaban los días y nuestra vida era de verdad un bello sueño, disfrutábamos al máximo la 'Mansión' durante el día y en la noche, después de cenar y ver la televisión un rato, nos íbamos a nuestro 'galpón-refugio'... allí cada uno se dedicaba a su labor, todo era bullicio y actividad, teníamos una radio muy grande y bonita, el sonido de la radio se mezclaba con el ruido de la máquina de coser de mamá, la sierra de carpintería de papá y el 'click' 'clack' de las teclas de mi máquina de escribir, el único que nunca hacía ruido era mi hermano que siempre estaba estudiando o ayudando en silencio a papá. 


Sólo un pequeño detalle ensombrecía mi inmensa felicidad... mis rubios rizos, pero sobre todo aquella forma de hablar tan peculiar de los "canarios", delataban que no era venezolana, los niños en la escuela nos empezaron a llamar "los musiuítos"... aunque no sabía exactamente lo que significaba aquella palabra - me han contado que posiblemente proviene de la palabra francesa 'monsieur'- a mí me molestaba, y más me molestó cuando me dijeron que lo usaban para referirse a los que no eran venezolanos. Después de una semana tomé la decisión de poner fin a lo que impedía 'mi completa felicidad'... y empecé a decirle a todos mis compañeritos que el que era "musiuíto" era mi hermano, que yo era venezolana... así yo empecé a ser 'María Nieves' y mi hermano continuó siendo "el musiuíto". Nunca le conté a mi hermano lo que había hecho, pero no creo que le hubiera importado, en primer lugar porque siempre me ha consentido mucho y en segundo lugar porque él nunca le ha dado importancia a estos pequeños detalles, a este tipo de divisiones, a las... "fronteras", como tampoco le ha importado nunca lo que digan y piensen de él.


Siendo una niña completamente feliz llegaron las festividades navideñas y con ellas un sin fin de emociones nuevas, de costumbres nuevas...  el inmenso "nacimiento" en la 'Mansión' fue una de ellas, ocupaba toda una pared en el gran salón, nosotros ayudamos en todo, 'sembramos' lentejas sobre algodón, las colocamos en un lugar oscuro y cuando germinaron y empezaron a tomar el color verde las colocamos en el nacimiento fingiendo huertas de cultivos, pintamos grandes papeles con pintura marrón y verde, después lo arrugamos y lo volvimos a estirar un poco para formar las montañas colocando debajo de él cajas de diferentes tamaños, construímos casitas de cartón, hicimos grandes lagos con papel azul colocado debajo de cristales, hicimos cascadas con papel aluminio y no se cuantas cosas más que nos llenaban de júbilo a todos en la gran casa. 


En nuestra escuelita además del nacimiento y el arbolito de navidad realizamos un bellísimo acto cultural... 


Cuanto me gustó el baile de los...


¡Chimichimitos!



las representaciones de...

¡"La Burriquita"!



¡"El Pájaro Guarandol"!


¡"El Carite"!

Recuerdo que lo que más me impresionaba era tanta alegría y color.

Después llegó la primavera y con ella un acontecimiento que no olvidaré jamás... en el jardín de nuestra escuelita uno de los árboles empezó a llenarse de flores y en pocos días no tenía ya ni una sóla hoja, todo eran flores amarillas... el maestro Romero nos dijo entonces que dibujáramos, para colocar nuestros dibujos en la Cartelera, 


al... ¡Araguaney!








jueves, 19 de julio de 2012

¡Una verdadera familia!



Allí estaban nuestros queridos padres... con los brazos abiertos y las lagrimas corriéndoles por sus mejillas... nosotros, que junto al oficial del barco veníamos a su encuentro de repente nos quedamos paralizados, mi hermano estaba muy colorado y en silencio como siempre y yo con la boca abierta sin poder decir una palabra ante la imagen de papá... es posible que en lo más profundo de mi alma me hubiese asaltado alguna vez la duda de que papá existiese de verdad y que estuviera en Venezuela , quizás en algún momento llegue a pensar que nuestra vecina en el pueblito tenía razón y que yo no tenía papá, lo cierto es que al ver a papá al lado de mamá... sentir la mano de mi hermano en la mía y tener la certeza de que sólo un paso nos separaba para estar los cuatro juntos otra vez como una verdadera familia eran demasiadas emociones para la niña sensible que yo era... las piernas me temblaban y perdí la noción del tiempo... de pronto sentí los brazos protectores de mamá que para estar a mi altura se había arrodillado delante de mí y me abrazaba, después fue papá el que como si de una plumita se tratara me alzó en sus brazos y yo me aferré a él temiendo que alguien pudiera deshacer aquel sortilegio...


retiramos de la aduana nuestra maleta y emprendimos el viaje hacia nuestro nuevo destino...
¡Aguirre!


Aguirre es un pintoresco pueblito del estado Carabobo, cerca de Montalbán, de Bejuma y de Canoabo, pueblos bellísimos y de tierras muy fértiles, con un clima agradable y gente maravillosa. Nuestra llegada a él no podía tener mejor escenario... en la noche de aquel mágico día llegamos a la 'mansión' de un hacendado 'canario-cubano-venezolano' bastante adinerado "Don Venancio", su mujer Doña Marta, una auténtica dama y sus ocho hijos que tenían la particularidad de que todos sus nombres empezaban con la letra "E"... ¡eran de verdad un encanto!...

nos recibieron como parte de su familia y mi hermano y yo, que gracias a tía Adelaida parecíamos unos 'principitos' no desentonábamos para nada en aquel ambiente de verdadero lujo.



Mamá y papá trabajaban en la hacienda, papá era el encargado de los cultivos de la finca (papas, naranjas y mandarinas) y mamá ayudaba a Doña Marta en las labores del hogar.

Jamás dejaré de agradecerle a la vida el echo de haber mantenido mi paso por este mundo en un equilibrio de sencillez y humildad, no es fácil cuando se te presentan momentos -y yo he tenido muchos- en los cuales puedes dar rienda suelta a tu orgullo y a tu vanidad, parece ser que los seres humanos somos muy débiles y se necesita tener 'suerte' para mantener ese equilibrio... así que ¡gracias a la vida!... fuimos recibidos en la 'mansión' de la finca, pero no viviríamos allí...

nuestra casa era un 'galpón' que estaba cerca de la señorial casa, contaba con un sólo ambiente, pero las siempre creadoras manos de papá pronto lo convirtieron por dentro en una simpática y acogedora... 'casita'. 

Con un material llamado cartón piedra papá hizo divisiones para nuestros cuartos y todo el espacio que sobró lo dejó así... ¡un sólo ambiente!...
En una parte de ese espacio instalamos una especie de cocinita para lo esencial, ya que comíamos en la 'mansión' con los dueños de la finca y sus hijos, en otro sitio se instaló papá con sus herramientas y su mesa de carpintería, mamá con su máquina de cocer y su costura al lado de papá, mi hermano con su mesita y sus libros escolares un poco más allá y yo, que aunque también tenía mi mesita, mis obligaciones escolares y mis muñecas, la mayor parte del tiempo 'hogareño' me lo pasaba sentada delante de... ¡la máquina de escribir!



sí, aunque parezca increíble... cuando llegué a Venezuela y a nuestro 'galpón' papá tenía a mi completa disposición ¡una máquina de escribir!... parecida a aquellas que yo tanto admiraba allá, en el ya lejano Tenerife y en aquella majestuosa compañía naviera donde trabajaba -limpiando las oficinas- la tía Adelaida.   



Así era mi carroza de 'cenicienta' la que me llevó desde el puerto de La Guaira hasta las puertas de este cuento de hadas que continúa hasta el día de hoy!

martes, 17 de julio de 2012

A través de mis ojos...






de niña soñadora, pude ver por primera vez a mi querida Venezuela desde la cubierta del 'Montserrat'... era de noche y nos llamaron para que viéramos a lo lejos las luces de nuestro añorado destino. Desembarcaríamos por la mañana y durante toda la noche no pude dormir... soñaba despierta con aquellas lucesitas en las montañas... detrás de ellas estaban nuestros padres, que ya vendrían en camino hacia nuestro encuentro, mi emoción era indescriptible, estaríamos de nuevo con mamá y... ¡con papá!... podría tocarlo y comprobar que no le había mentido a la vecina de nuestro pueblito... ¡tenía papá y estaba en Venezuela!


Por la mañana todo era algarabía y felicidad en el barco, sólo que para nosotros se vio empañada de repente por un imprevisto acontecimiento... papá y mamá no estaban en el muelle del puerto de La Guaira, habían tenido un pequeño accidente: al 'carro' en el que viajaban (un Ford último modelo con unas impresionantes alas en la parte de atrás) perteneciente a un amigo que se había ofrecido para acompañarlos, se le dañó una rueda y no pudieron llegar a tiempo para recibirnos...


Doña Amelia, una dulce y entrañable mujer que viajaba con su hijo y su nuera a reunirse también con sus familiares en Venezuela, los cuales eran amigos de mamá y papá, se había encargado de cuidarnos durante el viaje a petición de nuestros padres, cuando vio que las autoridades del barco no nos dejaban bajar con ella, comenzó a llorar y a suplicarles, pero todo era en vano, se negaban rotundamente y le explicaban que los únicos responsables de nosotros eran ellos, que su deber era entregarnos a nuestros padres y que si ellos no se presentaban, nos llevarían a un campamento, donde podrían ir a buscarnos después... otra vez nos tocaba esperar la tan ansiada felicidad!


Doña Amelia llorando tuvo que desembarcar y nosotros junto a un oficial, subimos a la cubierta del barco con la ilusión de distinguir entre la multitud que se había aglomerado en el muelle, las queridas siluetas de mamá y papá...con infinita tristeza veíamos como todos iban abandonando el barco y se fundían en interminables abrazos con sus familiares y amigos que los habían venido a recibir... y de repente mi hermano gritó ¡allá... allá están mamá y papá!...

lunes, 16 de julio de 2012

¡Venezuela!



Y... rumbo a Venezuela, al encuentro con nuestros padres y con esa hermosa, generosa y hospitalaria Patria que ¡adoro!



"El Montserrat, casi gemelo del Begoña (tenía variantes en la superestructura, con una cubierta menos), fue construido en 1945, también en Baltimore, como buque de carga, para la Armada de Estados Unidos, saliendo del astillero con el nombre de Wooster Victory. Entre 1948 y 1949 fue utilizado para llevar al nuevo estado de Israel a cientos de judíos refugiados en China durante la Guerra Mundial. Después, siguió el mismo camino que el Begoña, pues en 1950 fue comprado por la Sitmar Line y convertido en buque de carga y pasaje, con el nombre de Castel Verde, pasando en 1957 a la Trasatlántica, que lo cambió de nombre con el ya citado.
Con capacidad para 825 pasajeros, sirvió la línea de Centroamérica con los mismos puertos de recalada que el Begoña , teniendo parecidas averías, siendo la más importante en agosto de 1970, cuando hacía el viaje de Venezuela a Tenerife y se averió en medio del Atlántico, teniendo que ser recogidos sus más de 600 pasajeros, dos días después, por el Begoña. El trasbordo de ellos se realizó en unas condiciones de mar bastante agitada, por lo que hubo que echar petróleo a la mar para realizar la operación, que comenzó en la amanecida y duró hasta la una de la tarde. El Montserrat procedió a Curaçao, donde hizo una reparación provisional y siguió haciendo, a trancas y barrancas, la línea. En febrero de 1973 completó su última singladura, desembarcando en Vigo a 46 pasajeros procedentes de Inglaterra. Después, fue llevado hasta Castellón, en donde se desguazó".





Estos niños pobres y sin "futuro"... convertidos en unos principitos por la 'mágica' tía Adelaida, navegaban ahora al encuentro de ese ¡futuro mejor! por el que tanto habían luchado primero sus abuelos y ahora sus padres.

Mañeves ya no tendría que seguir gritándole al mundo: ¡si tengo papá, pero está en Venezuela!... su hermano, siempre callado y tímido, ya no podría ocultar su felicidad... la promesa de su hermanita menor se haría realidad, aunque algunos 'días-años' después y con una variante: "papá no vendría mañana"... sino que serían ellos, los que al cabo de nueve días de apasionante viaje a través de ese querido océano Atlántico, que uniría de ahora en adelante a sus dos patrias y en el barco "Montserrat" llegarían a Venezuela y podrían por fin disfrutar de la mayor felicidad que puede tener un niño... ¡estar al lado de sus padres!...

Tenerife... ¡la tía Adelaida!


Al año de haber viajado mamá a Venezuela, recibimos la noticia de que nos 'mandaban a buscar'... para nosotros una gran alegría... para la abuela Lola una gran tristeza.  Mi hermano y yo éramos unos niños tranquilos y lo que llamaban antes 'educaditos', con lo cuál no le causábamos a abuela mayores problemas, por el contrario habíamos llenado su soledad, ya que su hijo Eugel también había emigrado a Venezuela y ella se sentía bastante sola en su 'pajerito' como ella lo llamaba.
Llegó el día de nuestro viaje y no se de quién fue la idea, si de mi hermano que siempre ha sido muy 'cobarde' para las despedidas o de tía Remedios, tratando de hacer todo más fácil para abuela y para mi hermano -en mí no pensaban mucho...sabían que yo siempre ¡me las ingeniaba!- lo cierto es que la noche antes del viaje, mi hermano no se quedó a dormir con nosotras en el pajero, sino que se lo llevó tía Remedios para su casa.  De madrugada vinieron a buscarme tío Federico con su mula, donde iba cargada nuestra maleta y mi hermano... el cuál no llegó hasta el pajero para despedirse de abuela... 
jamás podré borrar de mi recuerdo ni de mi alma el llanto de abuela al vernos partir!!!

Con tío Federico fuimos caminando hasta el pueblito más cercano donde llegaba la 'guagua' que nos llevaría hasta la capital de la isla para embarcar, ya sin la compañía de tío Federico, hacia Tenerife donde nos esperaba la hermana de papá... ¡la tía Adelaida!


¡La tía Adelaida!... 
una Mujer bellísima, valiente, decidida, luchadora... ¡triunfadora!

Ya lo he dicho, siempre fui una niña con un espíritu muy inquieto y soñadora... al lado de tía Adelaida aprendí que los sueños se pueden hacer realidad... ¡si se sabe luchar por ellos!

Tía Adelaida trabajaba limpiando las oficinas de una compañía naviera y también dos días a la semana limpiaba, lavaba y planchaba en la casa de los dueños de dicha compañía. Su marido, el tío José trabajaba como mecánico en un taller, a pesar de trabajar los dos, vivían en un 'pequeño barrio' compuesto por quince chabolas, ubicado entre los grandes muros de la refinería de petróleo y la parte de atrás de la fábrica de café "Cafesa", el barrio se llamaba precisamente "Trasera Cafesa"  y era una especie de estrecho pasillo donde las chabolas estaban pegadas a la pared de "Cafesa" y sólo quedaba delante de ellas una callecita donde a lo máximo podían transitar dos personas a la vez, pues del otro lado estaba el muro de la refinería. El olor penetrante del petróleo se mezclaba con el delicioso olor del café molido pero el resultado no era desagradable, eran olores muy fuertes que formaban parte de nuestra vida y que desde lejos te hacían sentir que ibas llegando a casa.

Muy temprano en las mañanas mi hermano se iba con el tío José para el taller de mecánica y yo con la tía Adelaida para las oficinas de la compañía naviera. Me sentía en aquellas oficinas como Alicia en el país de las maravillas... grandes escritorios, máquinas de escribir, unos barcos preciosos de adorno sobre los archivos y unas papeleras que eran mi delicia... yo, que en mi pueblito no tenía ni un cuaderno -hacíamos las tareas en unas pequeñas pizarritas que después se borraban y volvías a escribir- podía ahora llevarme de esas papeleras muchos talonarios que desechaban no sé por qué motivo, sin estar usados la mayoría de ellos... ¡ya tenía donde escribir todo lo que quisiera!... creo que fue una de las etapas más felices de mi vida y pienso que allí se definió mi trayectoria profesional en un futuro lleno de satisfacciones y de logros que ni en mis más ambiciosos sueños hubiese podido imaginar... ¡Gracias tía Adelaida!



¡Los 'principitos' de la tía Adelaida!

Al llegar a Tenerife tía nos compró ropa y zapatos nuevos por encargo de  mamá para nuestro viaje. Ella además me compró collares, pulseras y un bolso muy bonito, compras que realizábamos a la salida de su trabajo en la 'Recova'... otro sitio que me pareció mágico.  Allí había de todo y tía tenía la costumbre de caminarla toda, costumbre que he 'heredado' de ella, no puedo ir a un  mercadillo, supermercado o centro comercial sin caminarlo todo, aunque no compre nada.

Al cabo de unos días ya nos había convertido en unos verdaderos 'principitos' y ella lo disfrutaba al máximo, no había tenido hijos y nuestra presencia la llenaba de felicidad.
Todas las tardes nos llevaba al "Parque Municipal"... así lo conocíamos nosotros, después de muchos años cuando regresé de nuevo a Tenerife, me informaron que su nombre completo era "Parque Municipal García Sanabria".









Con nuestra amiga Mary, vecina y ahijada de tía Adelaida, en el parque "Municipal"... ¡en la fuente donde nadaban aquellos espectaculares cisnes!  y... ¡en las chabolas de nuestro barrio "Trasera Cafesa"!
Feliz con mi hermano y mi traje de baño, hecho por supuesto por mi tía Adelaida... ¡el cual me ponía hasta para estar en la chabola!


Tía Adelaida, con sus gatitos comiendo en su platito, su perrito tomando el biberón, su chabola y su increíble belleza... parecía una princesa irreal escapada de un cuento... viviendo a su lado, la realidad y los sueños se entrelazaban para crear un mundo fantástico donde todo era posible...

Gracias tía por haberme enseñado a luchar por los sueños!

sábado, 14 de julio de 2012

¡El Topo del Drago!


Y... con abuela Lola en el ¡Topo'eldrago! comenzando una nueva etapa de nuestras vidas.


Para mí como siempre todo era motivo de alegría y el nuevo cambio me llenaba de ilusión, para mi hermano no sé lo que significaría todo aquello, él siempre ha sido muy callado y le cuesta mucho exteriorizar lo que siente, pero puedo imaginarme que debe haber sido muy dolorosa para él la partida de mamá.


El pajero de abuela Lola desde muy niña me ha parecido mágico, fue y sigue siendo parte importante de mi vida. Cuando vivíamos allí con abuela había al lado de la aljibe una palmera muy bonita, la cuál nos daba cada Semana Santa unos "palmitos" preciosos para llevar a la Iglesia el Domingo de Ramos, a mí me daban el más abierto y tenían que amarrarlo con una cinta rosada y hacerle un lazo, cosa que no me importaba en lo más mínimo, pues como siempre le daba la vuelta al 'detalle' y veía mi palmito hasta más bonito que los demás...
en los alrededores del pajero sembraba abuela las papas, el trigo y la cebada para hacer la harina del gofio y el resto del terreno estaba lleno de 'almendreros' que aún hoy siguen siendo ¡mi pasión!

... en los meses de verano cuando las hojas de los almendreros se secaban, mi trabajo al regresar de la escuela y después de almorzar, era ir a recoger en un 'cesto de mano' las hojas que habían caído al suelo y que servirían de alimento para nuestra cabra, así nos daría más leche con la cuál nos hacía abuela Lola un queso ahumado sencillamente 'exquisito'... me encantaba mi trabajo, me gustaba tanto sentir las hojas secas en mis manos... crujientes, livianas y con aquel color 'oro pálido' tan bonito...  me quedaba embelesada después viendo como se cuajaba la leche, como abuela le iba dando forma al queso, primero con las manos y después en el aro... y al día siguiente con cuanta emoción lo observaba en el 'cañizo' que estaba sobre el fogón de leña donde abuela cocinaba, tomando aquel color amarillo que le daba el humo y aquellas bellas rayas de un tono un poco más oscuro que le iban dejando las tablitas.  Hoy en día cuando voy a comprar queso de cabra ahumado, siempre escojo el más amarillito y con las rayas más acentuadas... ¡así lo hacía abuela Lola! 

¡La tía Remedios... nuestra querida tía Remedios!

Cuando mamá viajó a Venezuela aunque vivíamos con abuela Lola en el pajero, tía Remedios asumió el rol de 'mamá' para nosotros, se ocupaba de vestirnos para salir, de mis 'cortes de pelo' y de todo aquello para lo que abuela Lola 'no tenía gusto'...  
disfrutamos a su lado y al lado de tío Federico, su marido, momentos inolvidables... como aquellos días de verano en ¡la era! para trillar el trigo y la cebada... me encantaba su caldo de lentejas que nunca faltaba para esas fechas y aquellas noches extraordinarias cuando dormíamos todos en la era para cuidar el grano trillado, pero que todavía faltaba 'aventarlo' para sacarle los restos de paja...todavía recuerdo el olor de la paja sobre la que tendíamos las mantas para acostarnos y la sensación de inmensidad al observar acostada boca arriba las copas de los pinos y más allá, en el firmamento, aquel indescriptible manto de estrellas... no podía conciliar el sueño embrujada por tanta belleza... aunque era muy pequeñita ya tenía la capacidad de sentirla en todo su esplendor y en lo más íntimo de mi ser. 

En  esos días maravillosos en la era: Tía Remedios, la abuela María -mamá de tío Federico- tío Federico, el tío Eugel y abuela Lola

Muchas cosas podría contar de mi inolvidable tia Remedios... pero pienso que si hay algo que podría destacarse de tía era su pasión por las fiestas, le encantaba 'no perderse ni una' y en el tiempo que estuvimos a su lado fuimos a varias... 

aquí estamos en la fiesta de San Antonio... tía Remedios, tío Federico, mi hermano, mi prima y yo 'con mi mano en la cintura'  sin poder ocultar mi satisfacción, pues al igual que a tía... ¡me encantaba y me encanta una fiesta!

... tía 'tu peludita' como te gustaba llamarme te recuerda y te recordará ¡siempre!



El tío Federico!

He conocido muy pocas personas con la dulzura, la humildad, la serenidad, la sencillez, la bondad y la ternura de tío Federico... de verdad que me faltan las palabras para hablar de Él...

lo recuerdo cuando llegaba de la costa con su cesto lleno de higos 'tempranos'... todos sus sobrinitos parecíamos un enjambre de abejas alrededor del cesto... jamás olvidaré su cara de regocijo al retirar las hojas de higuera que tapaban los higos y ver nuestras caritas golosas esperando que nos los repartiera...

lo recuerdo haciendo y secando nuestras 'horquetas' para ayudarlo a recoger el pinillo, pues siempre que podía le gustaba llevarnos con él a sus labores del campo...

lo recuerdo en la temporada de las 'nacidas' cuando nos hacía con ellas unos ricos pinchos en palitos de brezo, como me gustaba observarlo con la paciencia que las iba ensartando: primero las grandes y después de acuerdo al tamaño las iba colocando en el pincho hasta terminar con las más pequeñas, después de asarlas les echaba sal gruesa y nos los iba repartiendo como siempre... ¡entre todos sus sobrinos!

Así era nuestro tío Federico, generoso y cariñoso... y cuesta decir "era" porque cuanto nos gustaría tenerlo con nosotros... ¡era tan divertida y entrañable su presencia!

Una de sus últimas anécdotas que tiene que ver conmigo, fue hace unos años cuando yo empece a visitar de nuevo mi pueblito y a no perderme 'ni una de las fiestas'... parece ser que le fueron con uno de esos 'cuentos' tan típicos de los pueblos pequeños... y él tan discreto, condescendiente y genial como siempre se limitó a comentar: "¡no sé yo esa chica de Trasla... dicen que viene caminando sola a las cinco de la mañana después de las fiestas por esa trinchera... no sé yo!"

... siempre te recordaré y te amaré Tío Federico como alguien muy especial en mi vida!