jueves, 23 de abril de 2015

¡El Estero... nuestro inolvidable y querido Estero!





Traslita con 'Panchito' nuestro monito tití,
papá con nuestra perrita 'Jicotea'
mi hermano siempre con su guitarra
mi tío con su saxofón
y nuestro amigo José Manuel con sus maracas... ¡días de El  estero!




Mi papá y mi hermano, incansables en sus faenas 
agrícolas.


Hace algunos meses le preguntaron a Traslita en el Piso Tutelado para personas de la tercera edad, donde vive desde hace cuatro años en nuestra amada Puntagorda, ese lindo piso, donde conviven personas hermosas, atendidas por entrañables chicas que cuidan de ellas con tanto amor, paciencia y cariño, como si de sus propios padres se tratara... pero ya llegara el momento de hablar de nuestro Piso Tutelado.  Por ahora voy a contar lo que le preguntaron a Traslita y lo que ella respondió:  Traslita, ¿que etapa de tu vida recuerdas con más cariño y quisieras volver a repetir? y ella muy segura como siempre de lo que dice respondió: son dos, la etapa que viví en El Estero, un Asentamiento Campesino en el estado Cojedes, en Venezuela y la otra, la que viví muchos años después, cuando trabajé en el departamento de lencería del Hospital General de San Carlos, también en el Estado Cojedes.

A El Estero nos fuimos a vivir cuando yo tenía diez años, allí, con la iniciativa de papá y la dedicación de mamá, además de nuestra parcelita agrícola donde sembrábamos arroz, maíz y algunas veces ajonjolí, teníamos una 'bodeguita'… que trasladándonos a la actualidad sería un 'minimarket' (*Minimarket: Establecimiento con menos de 500 m², con un horario comercial superior a las 18 horas, un periodo de apertura de 365 días del año). A cualquier hora llamaban a don Pérez Pérez, mi papá, y salía corriendo la señora Trasla, mi mamá, para lo que hiciera falta. La 'bodeguita' al principio, en el barracón donde vivíamos, tenía paredes de bambú y techo de zinc. Allí, menos bebidas alcohólicas, las que Traslita siempre ha aborrecido con toda su alma, se podía encontrar de todo lo que uno necesitara, y además era un centro de reunión para todos los habitantes del poblado. Teníamos una radio siempre con música y a ciertas horas del día, sobre todo en la tarde, se reunían muchas personas para oír todos juntos las novelas, recuerdo que una de las estaciones de radio que oíamos casi en exclusividad era Radio Rumbos. 

Mi tío leyendo el periódico y yo aprendiendo a bordar.


















































A los pocos meses de vivir en el barracón del que ya he hablado en mis relatos anteriores, terminaron de construir el 'Centro Poblado' que tenía tres calles con casas rurales, muy pequeñitas, pero a mi me parecían muy simpáticas, tenían tres dormitorios, recibo, cocina y baño.  A una de esas casitas nos trasladamos a vivir nosotros. Papá construyó a continuación de la casa un local para la 'bodeguita' y a la radio se le unió ahora también un televisor, pues a pesar de que el poblado no contaba con luz eléctrica, nosotros teníamos una planta que generaba electricidad para nuestra casa, así en las noches, más que una casa de familia parecía un cine, venían muchas personas a ver la televisión y a mi me encantaba colocar sillas y más sillas para que se sentaran, según iban llegando.  Como la cocina de la casa era pequeñita, papá había construido en la parte de atrás de la 'bodeguita' un cuarto grande que nos servía de cocina, comedor, sala de estar y lavandero… allí teníamos la televisión y allí funcionaba nuestra 'sala de cine' en las noches… ¡Era tan entrañable y bonito compartir todos juntos!… ¡Sí Traslita, fue una etapa de nuestras vidas muy hermosa sin lugar a dudas!!!

Nuestra casita, además de "centro comercial" con 'cine' incluido, era también una especie de ambulatorio médico de primeros auxilios, nuestra camioneta Pick Up muchas veces sirvió de ambulancia para trasladar a los enfermos hasta el hospital de San Carlos, y alguna que otra vez para atender casos mucho más tristes aún.  No podré olvidar jamás mi infinita tristeza al contemplar a papá, a mamá y a mi hermano toda una noche haciendo una 'urnita funeraria' de madera que después pintaron de blanco, para un niño que había muerto en nuestro pequeño y aislado poblado en medio de la selva, sus padres muy pobres no tenían para comprarle una y ellos pasaron toda la noche en los preparativos de la misma, para llevarlo al siguiente día a enterrarlo en la capital del estado, San Carlos. 

Todo en El Estero empezó con mucha ilusión, las parcelas agrícolas, la escuela, el dispensario (centro médico, aunque funcionara sólo con una enfermera)... pero al cabo de un año ya los campesinos, en su mayoría analfabetas, habían sido abandonados a su suerte, o mejor dicho, y lo que es todavía peor, abandonados al "asesoramiento" de personas inescrupulosas, que comenzaron a manipularlos y a explotarlos de forma obscena.  Los campesinos recibían semillas, abonos, insecticidas, créditos, y los asesores agrarios del llamado Instituto Agrario Nacional, se encargaban de desviar todo esto y negociarlo después a sus espaldas.  Les dejaban sólo una pequeña cantidad de dinero del crédito en efectivo, para sobrevivir con sus familias, pero el importe total del crédito, de semillas, de abonos, de insecticidas y pesticidas para los cultivos se iba acumulando como una deuda a nombre de ellos en el Banco Agrícola y Pecuario. Recuerdo haber oído una vez una conversación que no lograba entender por mi corta edad, pero que se quedó grabada en mi memoria y en mi alma, y que pude entender con mucho dolor años después. Decían en dicha conversación, que los campesinos estaban ya endeudados hasta la tercera generación. Una infamia, que poco a poco fue llevando a un callejón sin salida la situación económica del campesinado venezolano y que sirvió de base para ir 'engordando' las fortunas de los pequeños terratenientes que se beneficiaban de todo lo que se iba desviando, mientras engordaba a su vez la deuda de estos seres humanos sencillos, nobles, humildes y trabajadores, quienes fueron conducidos en poco tiempo a la más absoluta miseria por estos ambiciosos traficantes de vidas. 

Al cabo de tres años nuestra linda escuelita cerró sus puertas, yo tuve que trasladarme a San Carlos, a vivir en la casa de unos amigos de mis padres, para así poder terminar mis estudios de educación primaria (un privilegio que no tuvieron mis demás compañeritos, no pudiendo culminar sus estudios, por no tener quien los hospedara).  El dispensario y la enfermera para ese entonces ya habían desaparecido también, junto con la esperanza de las familias que hasta allí habían llegado, con la promesa de un futuro mejor.  

Traslita siempre ha sido muy reacia a los "créditos" y eso, unido a que no era fácil 'engañar' a mis padres, ya que ellos no eran analfabetas y sabían lo que debían firmar o no, nos libró tal vez de caer en las garras de esos inmorales oportunistas. La mayoría de los campesinos eran analfabetas y colocaban sólo sus huellas digitales, cuando tenían que "firmar", donde les indicaban.

Así, nuestro amado Estero, fue sólo la fachada de algo que pudo haber sido muy hermoso, pero que fue concebido desde el principio -como sucedió en muchos otros lugares de Venezuela- y como quedó demostrado al pasar de los años, para acabar poco a poco con la independencia agropecuaria de nuestra bella Patria y con la dignidad de la mayoría de estos buenos y honrados trabajadores del campo venezolano.

Es así como fueron llevando poco a poco al campesinado venezolano a la más absoluta miseria, por falta de apoyo y asesoramiento, pero sobre todo por la vil usurpación y posterior tráfico inmoral de los recursos que les fueron asignados para el desarrollo agrícola y pecuario de sus hermosos y fructíferos campos.  Se trataba de un plan premeditado y muy bien concebido, que desarrollarían en toda su magnitud en los años venideros, a través también de la penetración cultural, que culminó la "obra" con el desmantelamiento de la mayoría de sus costumbres y de lo que había significado hasta entonces, la verdadera, valiosa, hermosa y única...

¡idiosincracia venezolana!

lunes, 5 de enero de 2015

¡Traslita y Andresín...!

Traslita a sus dieciocho años y Andresín a sus veintidós, parecían más los protagonistas de una película mexicana de los posteriores años 50' que unos jóvenes campesinos, pobres y sin 'futuro' de un pueblito de montaña olvidado en una isla minúscula en medio del océano Atlántico.  Muy guapos, alegres y divertidos les encantaba cantar y bailar, y aunque ya a tan temprana edad habían tenido tiempo de enamorarse alguna vez y de haber sufrido algún desengaño amoroso, esto no les impedía seguir confiando en el amor y en la vida.  Así, jóvenes e ilusionados, se encontraron, se enamoraron y comenzaron a caminar juntos por los senderos y caminitos que los llevarían unos pocos años después a formar una familia... ¡Nuestra Familia!

Traslita y Andresín en una de las tantas comparsas que los jóvenes del pueblo improvisaban para alegrar sus fiestas y sus días... Traslita y Andresín son los primeros a la izquierda.

Traslita, mi mamá, una gran protectora de la vida!... ¡Una filósofa!

Traslita siempre ha sido esencialmente, genuinamente canaria, pero no conozco ninguna persona extranjera que haya entendido y amado tan profundamente a Venezuela como ella.  Su amor es tan puro y auténtico que le es imposible hablar de Venezuela sin que la emoción entrecorte sus palabras y las lágrimas afloren a sus ojos. Ama y disfruta la comida venezolana como nadie, aunque en casa siempre se siguió cocinando 'canario', con algunas excepciones, por ejemplo el mejor dulce de lechoza que he comido en mi vida es el de Traslita.  Amó la música venezolana y sus bailes hasta la locura, inclusive aprendió a bailar muy bien, pero siempre con ritmo 'canario' jajajajaja.
Recorrió en infinidad de oportunidades su hermosa geografía, admiró y disfrutó cada rincón que visitaba con verdadera pasión, respetó y adoptó sus costumbres y tradiciones y a su gente simplemente la adoró... ¡realmente los ama!!!
Si hay algo de lo que siempre le estaré agradecida a mi mamá Traslita, entre tantas y tantas otras cosas, es que siempre vivimos en Venezuela como unos venezolanos más, jamás me sentí una extranjera, pero a la vez sin dejar de ser canaria, las personas que me conocen saben que eso es así... ¿cómo lo logró Traslita? para mi sigue siendo un misterio, algo mágico.  

Mamá nunca perdía ocasión para impartirme desde muy niña las enseñanzas que ella consideraba que me iban a ayudar a crecer como un ser integral, trabajador, consciente y responsable, por lo cuál me contaba historias que la ayudarían en ese sentido, casi siempre las historias que me contaba eran de personas de Puntagorda, su pueblito natal en Canarias, entre ellas estaba una que se refería a su maestra Doña Angeles.

Doña Angeles fue la maestra de mamá y también mi maestra en primer y segundo grado, pues después viajé a Venezuela.

Nuestra maestra Doña Angeles pertenecía a una de las dos familias ricas de nuestro pueblito y estaba casada con Don Ciro, perteneciente a la otra familia rica del pueblo, por lo tanto su situación económica era más que holgada. Traslita trabajó mucho con ellos, ganando jornal en los diferentes cultivos de sus terrenos, por lo cuál tuvo la oportunidad de compartir muchos momentos de su vida cotidiana. El matrimonio tenía dos hijas que cuando llegaron a ser ya unas señoritas, según me cuenta Traslita, Doña Angeles las obligaba a realizar algunas labores al lado de la sirvienta, que como personas ricas que eran, siempre tenían para ayudar en los trabajos domésticos.  La gente del pueblo, que tenía la opinión generalizada de que Doña Angeles era una persona muy estricta y un tanto dura, la criticaba mucho por este motivo, hasta el extremo de que un día una vecina se atrevió a decirle: "Doña Angeles la están criticando mucho en el pueblo porque usted obliga a sus hijas a realizar trabajos al lado de la sirvienta, comentan que ellas van a tener, como usted, una sirvienta el día que se casen, pues se van a casar también con un hombre rico", a lo que ella contestó: "Eso de que se van a casar con un hombre rico nadie me lo puede asegurar, por lo cuál deben saber realizar las labores y suponiendo que así sea, y se casen con un hombre rico, ellas tienen que saber como se hacen las cosas para poder dirigir a la sirvienta."

Los pocos estudios de Traslita, tres años nada más de educación primaria, no le impidieron nunca tener una claridad envidiable sobre las cosas que la rodeaban, una privilegiada filosofía para captar siempre lo esencial de la vida y una pasión contagiosa por transmitir a los demás sus conocimientos, primero con su ejemplo y después con ese amor verdadero que siempre pone en todo y que yo creo con mucho orgullo haber heredado de ella.
Otra cualidad que me gustaría destacar de mamá Traslita, es que al ser muy austera para todo, siempre ha tratado de vivir con lo esencial y aprovechando todo, nunca pudo por ejemplo botar un envase de vidrio, de esos que vienen con 'cosas'... siempre encontraba algo para poner dentro!.. ¡Gracias Mamá!!!

Andresín, mi papá, un gran amante de la vida!... el amigo 'alcahuete' que todos quisieran tener como papá... ¡Mi pigmalión político!!!

Andresín... ¡innumerables sus intereses y aficiones! una de la más acentuada, o tal vez la que más me gustaba era la de los 'paseos', entre todos los que dábamos los domingos el que recuerdo con más intensidad de los años de mi infancia, fue la visita al Parque de Carabobo, ese glorioso lugar histórico donde se libró la batalla que selló la Independencia de nuestra amada Venezuela.  Con papá era una delicia visitar lugares porque te daba detalles de todo, ya se tratara de un río, pues te explicaba donde nacía y donde se unía a otro, de un pueblito o de sitios históricos. Con Traslita la 'delicia' consistía en que con ella siempre se iba de pic nic, aunque se tratara en este caso del Campo de Carabobo.  A Traslita nunca le gustaba comer 'fuera de casa' y eso no tenía que ver con el ahorro, sino con el comer sano, así nuestra visita de ese domingo al Campo de Carabobo incluía tortilla de papas y frutas. Mi gatita 'Michunga' no se quedaba en la casa nunca, así que iba en mis brazos durante todo el recorrido por el lugar, de repente me empezó a arañar para que la soltara y al soltarla entendimos el por qué de tanta desesperación... ¡la gatita tenía diarrea! Traslita enseguida limpió todo en la caminería por donde íbamos y le hizo un 'guayuco' con su pañuelito canario bordado en seda y que siempre llevaba en el bolsillo, aún hoy a sus 90 años jamás la he visto usar pañuelos desechables, como tampoco me dejó nunca usar pañales desechables para mis hijos, se compraron tres docenas de pañales de tela preciosos y suaves 'Ovejita' que se lavaban y planchaban todos los días. ¡Así es Traslita una ecologista y naturista auténtica!...

Papá se ocupaba de otras cosas en nuestra formación, pero sin imponer tampoco nunca nada, estoy convencida de que mi desmedido 'libre albedrío' así como el de mi hermano, se deben a la forma en que nos educaron mamá y papá, simplemente se limitaban a indicarnos y a hacernos 'saber' cosas.  Fue así como al lado de papá Andresín, crecimos oyendo Radio Habana Cuba -había triunfado hacía muy poco tiempo la Revolución Cubana- y aquellos discursos interminables de Fidel, aunque era muy niña entonces, me gustaban. Captaba tanta pasión, dignidad, fuerza, decisión y patriotismo en lo que oía que, aunque no entendiera exactamente el significado de cada palabra, sentía que algo muy bonito 'florecía' en mi pequeño Ser y me inundaba de optimismo y de ganas de Vivir... ¡Gracias Papá!!!

¡Gracias mamá Traslita... Gracias papá Andresín por haberme ayudado a ser lo que soy hoy... una persona llena de defectos seguramente, pues como dice mi amado maestro Eduardo Galeano "La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses" pero que ama y vive intensamente, que ama y es amada con locura por sus padres, por su hermano, por sus hijos, por sus nietos y por sus amados amiguitos del alma.


domingo, 4 de enero de 2015

¡Sabanas de mi cariño!!!



No se si eran las comidas tan 'canarias' de Traslita, o las canciones en la acordeón de papá que tanto me recordaban a las que yo oía desde muy niña en mi pueblito, o el fogón de doña María, aquella viejita que vivía sola en un ranchito de bahareque, donde yo iba todos los días a comprar aquellas deliciosas arepas de maíz amarillo 'pelao' recién salidas del budare, que colocado sobre sus tres piedras en el suelo y frente al cual ella se agachaba en 'cuclillas' me recordaba tanto el fogón de abuela Lola en nuestro pajerito, o si tal vez tendría mucho que ver aquel clima tan agradable de eterna primavera que se parecía tanto al de mi lejana Puntagorda… el caso es que yo no me sentía en un lugar extraño y lejano, a pesar de haber navegado durante nueve días en el océano Atlántico hasta llegar a Venezuela. 

¡Todo en Aguirre, con algunas excepciones, me recordaba a mi amada Puntagorda!  

Aún no habíamos cumplido un año viviendo en Aguirre cuando mis padres decidieron que nos íbamos a mudar para San Carlos, en el estado Cojedes… ¡Llano adentro!

¡Esta si es mi Venezuela! me dije, y desde lo más profundo de mi alma se desbordó esta pasión que no me ha abandonado nunca desde que divisé por primera vez aquellas inmensas llanuras, aquellos caudalosos ríos, aquellas embrujadoras sabanas... ¡Sabanas de mi cariño, de mi cariño sabanas!!!



Creo que no es una casualidad que la música llanera sea la más representativa de Venezuela, el Alma Llanera el segundo Himno Nacional y el Joropo su Baile Nacional.  El llano venezolano es mágico, con sus paisajes de ensueño, con su gente bondadosa, sencilla, alegre, divertida, ocurrente, agradable, hospitalaria y generosa… con sus leyendas de espantos y aparecidos.

El Silbón - Leyenda Venezolana:



Desde el primer momento sentí que pertenecía a este maravilloso pueblo, me envolvió por completo aquella magia con la que tanto había soñado, si, ahora si había llegado a 'mi Venezuela', la de los cuentos, la de mis fantasías de niña.

En San Carlos vivimos unos cuantos meses, para luego adentrarnos aún más en la llanura inmensa de aquellos maravillosos territorios, así, aún sin finalizar mi tercer grado de educación primaria nos mudamos al Asentamiento Campesino "El Estero".  Por aquellos años se encontraba en pleno desarrollo la llamada 'Reforma Agraria' y estaban repartiendo tierras a quién quisiera cultivarlas, y mis padres siempre emprendedores y trabajadores, decidieron aceptar una parcela en aquel lugar mágico de selva virgen. Era un lugar bellísimo, no habían construido todavía las casas en lo que sería luego el Centro Poblado, así que los que no querían ir a vivir en la parcela de terreno que les había sido asignada y donde existía un galpón de cinz, vivirían en una especie de barracón de bambú y cinz, cerca del lugar donde se iba a construir el Centro Poblado.  Allí nos instalamos nosotros. Cada familia tenía en ese inmenso barracón una habitación amplia donde se desarrollaban todas las actividades familiares. Papá, como siempre muy creativo, hizo unas divisiones con cartón piedra para que cada uno de nosotros tuviera su 'habitación', en ella sólo cabía la camita y en una esquina una cuerda que hacía las veces de armario para colgar nuestra ropa. 

Cuanto me gustaba cuando mamá nos planchaba la ropa, con aquella plancha de gasolina que se le echaba aire con una bomba... ¡era de lo más simpática la plancha!... tenía un depósito redondo en la parte de atrás donde se le colocaba la gasolina, éste tenía una válvula en la parte superior por donde se le echaba aire con una bombita parecida a la de inflar las ruedas de las bicicletas, pero más pequeñita, cuando la llama se le iba aminorando había que echarle aire de nuevo, un trabajo que me encantaba y que mamá, siempre dispuesta a enseñarme todo lo que yo quisiera aprender me dejaba hacer. Después me iba con mi ropa recién planchada a colgarla de la cuerdita en mi 'habitación'… me sentía de verdad una princesita en un cuento de hadas. 


Muy cerca del barracón había baños comunitarios, con varias duchas y un gran depósito de agua en el techo.  Yo, que venía de un lugar donde escaseaba el agua, ver aquel inmenso tanque que muchas veces se rebosaba y empezaba a derramarse el agua era una maravilla, y bañarme en aquellas duchas todo un placer.  Muchas veces nos bañábamos varias niñas juntas y era impresionante el 'zaperoco' que formábamos y cuanto nos divertíamos.  También teníamos cerca una especie de supermercado, un pequeño ambulatorio médico, pero sólo con una enfermera, y una ¡Escuela!!!... que linda era, de bahareque hasta la mitad de la pared que estaba pintada de blanco y después un espacio libre hasta su techo para que fuera más fresca, teníamos hasta comedor escolar en ella.  Los niños que vivían en las parcelas tenían transporte escolar y todo, una Land Rover gris... a mi, que siempre me ha gustado disfrutar todo al máximo, me daba un poquito de envidia no vivir lejos para venir en ella. 
¡Que alegría y algarabía cuando se bajaban todos los niños del transporte escolar cual bandada de palomas!... como la canción que cantábamos: 

"Cual bandada de palomas que regresan al vergel, hoy volvemos a la escuela anhelantes del saber,
ellas vuelan tras del grano que las ha de sustentar
y nosotros tras la idea que es el grano intelectual"