lunes, 5 de enero de 2015

¡Traslita y Andresín...!

Traslita a sus dieciocho años y Andresín a sus veintidós, parecían más los protagonistas de una película mexicana de los posteriores años 50' que unos jóvenes campesinos, pobres y sin 'futuro' de un pueblito de montaña olvidado en una isla minúscula en medio del océano Atlántico.  Muy guapos, alegres y divertidos les encantaba cantar y bailar, y aunque ya a tan temprana edad habían tenido tiempo de enamorarse alguna vez y de haber sufrido algún desengaño amoroso, esto no les impedía seguir confiando en el amor y en la vida.  Así, jóvenes e ilusionados, se encontraron, se enamoraron y comenzaron a caminar juntos por los senderos y caminitos que los llevarían unos pocos años después a formar una familia... ¡Nuestra Familia!

Traslita y Andresín en una de las tantas comparsas que los jóvenes del pueblo improvisaban para alegrar sus fiestas y sus días... Traslita y Andresín son los primeros a la izquierda.

Traslita, mi mamá, una gran protectora de la vida!... ¡Una filósofa!

Traslita siempre ha sido esencialmente, genuinamente canaria, pero no conozco ninguna persona extranjera que haya entendido y amado tan profundamente a Venezuela como ella.  Su amor es tan puro y auténtico que le es imposible hablar de Venezuela sin que la emoción entrecorte sus palabras y las lágrimas afloren a sus ojos. Ama y disfruta la comida venezolana como nadie, aunque en casa siempre se siguió cocinando 'canario', con algunas excepciones, por ejemplo el mejor dulce de lechoza que he comido en mi vida es el de Traslita.  Amó la música venezolana y sus bailes hasta la locura, inclusive aprendió a bailar muy bien, pero siempre con ritmo 'canario' jajajajaja.
Recorrió en infinidad de oportunidades su hermosa geografía, admiró y disfrutó cada rincón que visitaba con verdadera pasión, respetó y adoptó sus costumbres y tradiciones y a su gente simplemente la adoró... ¡realmente los ama!!!
Si hay algo de lo que siempre le estaré agradecida a mi mamá Traslita, entre tantas y tantas otras cosas, es que siempre vivimos en Venezuela como unos venezolanos más, jamás me sentí una extranjera, pero a la vez sin dejar de ser canaria, las personas que me conocen saben que eso es así... ¿cómo lo logró Traslita? para mi sigue siendo un misterio, algo mágico.  

Mamá nunca perdía ocasión para impartirme desde muy niña las enseñanzas que ella consideraba que me iban a ayudar a crecer como un ser integral, trabajador, consciente y responsable, por lo cuál me contaba historias que la ayudarían en ese sentido, casi siempre las historias que me contaba eran de personas de Puntagorda, su pueblito natal en Canarias, entre ellas estaba una que se refería a su maestra Doña Angeles.

Doña Angeles fue la maestra de mamá y también mi maestra en primer y segundo grado, pues después viajé a Venezuela.

Nuestra maestra Doña Angeles pertenecía a una de las dos familias ricas de nuestro pueblito y estaba casada con Don Ciro, perteneciente a la otra familia rica del pueblo, por lo tanto su situación económica era más que holgada. Traslita trabajó mucho con ellos, ganando jornal en los diferentes cultivos de sus terrenos, por lo cuál tuvo la oportunidad de compartir muchos momentos de su vida cotidiana. El matrimonio tenía dos hijas que cuando llegaron a ser ya unas señoritas, según me cuenta Traslita, Doña Angeles las obligaba a realizar algunas labores al lado de la sirvienta, que como personas ricas que eran, siempre tenían para ayudar en los trabajos domésticos.  La gente del pueblo, que tenía la opinión generalizada de que Doña Angeles era una persona muy estricta y un tanto dura, la criticaba mucho por este motivo, hasta el extremo de que un día una vecina se atrevió a decirle: "Doña Angeles la están criticando mucho en el pueblo porque usted obliga a sus hijas a realizar trabajos al lado de la sirvienta, comentan que ellas van a tener, como usted, una sirvienta el día que se casen, pues se van a casar también con un hombre rico", a lo que ella contestó: "Eso de que se van a casar con un hombre rico nadie me lo puede asegurar, por lo cuál deben saber realizar las labores y suponiendo que así sea, y se casen con un hombre rico, ellas tienen que saber como se hacen las cosas para poder dirigir a la sirvienta."

Los pocos estudios de Traslita, tres años nada más de educación primaria, no le impidieron nunca tener una claridad envidiable sobre las cosas que la rodeaban, una privilegiada filosofía para captar siempre lo esencial de la vida y una pasión contagiosa por transmitir a los demás sus conocimientos, primero con su ejemplo y después con ese amor verdadero que siempre pone en todo y que yo creo con mucho orgullo haber heredado de ella.
Otra cualidad que me gustaría destacar de mamá Traslita, es que al ser muy austera para todo, siempre ha tratado de vivir con lo esencial y aprovechando todo, nunca pudo por ejemplo botar un envase de vidrio, de esos que vienen con 'cosas'... siempre encontraba algo para poner dentro!.. ¡Gracias Mamá!!!

Andresín, mi papá, un gran amante de la vida!... el amigo 'alcahuete' que todos quisieran tener como papá... ¡Mi pigmalión político!!!

Andresín... ¡innumerables sus intereses y aficiones! una de la más acentuada, o tal vez la que más me gustaba era la de los 'paseos', entre todos los que dábamos los domingos el que recuerdo con más intensidad de los años de mi infancia, fue la visita al Parque de Carabobo, ese glorioso lugar histórico donde se libró la batalla que selló la Independencia de nuestra amada Venezuela.  Con papá era una delicia visitar lugares porque te daba detalles de todo, ya se tratara de un río, pues te explicaba donde nacía y donde se unía a otro, de un pueblito o de sitios históricos. Con Traslita la 'delicia' consistía en que con ella siempre se iba de pic nic, aunque se tratara en este caso del Campo de Carabobo.  A Traslita nunca le gustaba comer 'fuera de casa' y eso no tenía que ver con el ahorro, sino con el comer sano, así nuestra visita de ese domingo al Campo de Carabobo incluía tortilla de papas y frutas. Mi gatita 'Michunga' no se quedaba en la casa nunca, así que iba en mis brazos durante todo el recorrido por el lugar, de repente me empezó a arañar para que la soltara y al soltarla entendimos el por qué de tanta desesperación... ¡la gatita tenía diarrea! Traslita enseguida limpió todo en la caminería por donde íbamos y le hizo un 'guayuco' con su pañuelito canario bordado en seda y que siempre llevaba en el bolsillo, aún hoy a sus 90 años jamás la he visto usar pañuelos desechables, como tampoco me dejó nunca usar pañales desechables para mis hijos, se compraron tres docenas de pañales de tela preciosos y suaves 'Ovejita' que se lavaban y planchaban todos los días. ¡Así es Traslita una ecologista y naturista auténtica!...

Papá se ocupaba de otras cosas en nuestra formación, pero sin imponer tampoco nunca nada, estoy convencida de que mi desmedido 'libre albedrío' así como el de mi hermano, se deben a la forma en que nos educaron mamá y papá, simplemente se limitaban a indicarnos y a hacernos 'saber' cosas.  Fue así como al lado de papá Andresín, crecimos oyendo Radio Habana Cuba -había triunfado hacía muy poco tiempo la Revolución Cubana- y aquellos discursos interminables de Fidel, aunque era muy niña entonces, me gustaban. Captaba tanta pasión, dignidad, fuerza, decisión y patriotismo en lo que oía que, aunque no entendiera exactamente el significado de cada palabra, sentía que algo muy bonito 'florecía' en mi pequeño Ser y me inundaba de optimismo y de ganas de Vivir... ¡Gracias Papá!!!

¡Gracias mamá Traslita... Gracias papá Andresín por haberme ayudado a ser lo que soy hoy... una persona llena de defectos seguramente, pues como dice mi amado maestro Eduardo Galeano "La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses" pero que ama y vive intensamente, que ama y es amada con locura por sus padres, por su hermano, por sus hijos, por sus nietos y por sus amados amiguitos del alma.


domingo, 4 de enero de 2015

¡Sabanas de mi cariño!!!



No se si eran las comidas tan 'canarias' de Traslita, o las canciones en la acordeón de papá que tanto me recordaban a las que yo oía desde muy niña en mi pueblito, o el fogón de doña María, aquella viejita que vivía sola en un ranchito de bahareque, donde yo iba todos los días a comprar aquellas deliciosas arepas de maíz amarillo 'pelao' recién salidas del budare, que colocado sobre sus tres piedras en el suelo y frente al cual ella se agachaba en 'cuclillas' me recordaba tanto el fogón de abuela Lola en nuestro pajerito, o si tal vez tendría mucho que ver aquel clima tan agradable de eterna primavera que se parecía tanto al de mi lejana Puntagorda… el caso es que yo no me sentía en un lugar extraño y lejano, a pesar de haber navegado durante nueve días en el océano Atlántico hasta llegar a Venezuela. 

¡Todo en Aguirre, con algunas excepciones, me recordaba a mi amada Puntagorda!  

Aún no habíamos cumplido un año viviendo en Aguirre cuando mis padres decidieron que nos íbamos a mudar para San Carlos, en el estado Cojedes… ¡Llano adentro!

¡Esta si es mi Venezuela! me dije, y desde lo más profundo de mi alma se desbordó esta pasión que no me ha abandonado nunca desde que divisé por primera vez aquellas inmensas llanuras, aquellos caudalosos ríos, aquellas embrujadoras sabanas... ¡Sabanas de mi cariño, de mi cariño sabanas!!!



Creo que no es una casualidad que la música llanera sea la más representativa de Venezuela, el Alma Llanera el segundo Himno Nacional y el Joropo su Baile Nacional.  El llano venezolano es mágico, con sus paisajes de ensueño, con su gente bondadosa, sencilla, alegre, divertida, ocurrente, agradable, hospitalaria y generosa… con sus leyendas de espantos y aparecidos.

El Silbón - Leyenda Venezolana:



Desde el primer momento sentí que pertenecía a este maravilloso pueblo, me envolvió por completo aquella magia con la que tanto había soñado, si, ahora si había llegado a 'mi Venezuela', la de los cuentos, la de mis fantasías de niña.

En San Carlos vivimos unos cuantos meses, para luego adentrarnos aún más en la llanura inmensa de aquellos maravillosos territorios, así, aún sin finalizar mi tercer grado de educación primaria nos mudamos al Asentamiento Campesino "El Estero".  Por aquellos años se encontraba en pleno desarrollo la llamada 'Reforma Agraria' y estaban repartiendo tierras a quién quisiera cultivarlas, y mis padres siempre emprendedores y trabajadores, decidieron aceptar una parcela en aquel lugar mágico de selva virgen. Era un lugar bellísimo, no habían construido todavía las casas en lo que sería luego el Centro Poblado, así que los que no querían ir a vivir en la parcela de terreno que les había sido asignada y donde existía un galpón de cinz, vivirían en una especie de barracón de bambú y cinz, cerca del lugar donde se iba a construir el Centro Poblado.  Allí nos instalamos nosotros. Cada familia tenía en ese inmenso barracón una habitación amplia donde se desarrollaban todas las actividades familiares. Papá, como siempre muy creativo, hizo unas divisiones con cartón piedra para que cada uno de nosotros tuviera su 'habitación', en ella sólo cabía la camita y en una esquina una cuerda que hacía las veces de armario para colgar nuestra ropa. 

Cuanto me gustaba cuando mamá nos planchaba la ropa, con aquella plancha de gasolina que se le echaba aire con una bomba... ¡era de lo más simpática la plancha!... tenía un depósito redondo en la parte de atrás donde se le colocaba la gasolina, éste tenía una válvula en la parte superior por donde se le echaba aire con una bombita parecida a la de inflar las ruedas de las bicicletas, pero más pequeñita, cuando la llama se le iba aminorando había que echarle aire de nuevo, un trabajo que me encantaba y que mamá, siempre dispuesta a enseñarme todo lo que yo quisiera aprender me dejaba hacer. Después me iba con mi ropa recién planchada a colgarla de la cuerdita en mi 'habitación'… me sentía de verdad una princesita en un cuento de hadas. 


Muy cerca del barracón había baños comunitarios, con varias duchas y un gran depósito de agua en el techo.  Yo, que venía de un lugar donde escaseaba el agua, ver aquel inmenso tanque que muchas veces se rebosaba y empezaba a derramarse el agua era una maravilla, y bañarme en aquellas duchas todo un placer.  Muchas veces nos bañábamos varias niñas juntas y era impresionante el 'zaperoco' que formábamos y cuanto nos divertíamos.  También teníamos cerca una especie de supermercado, un pequeño ambulatorio médico, pero sólo con una enfermera, y una ¡Escuela!!!... que linda era, de bahareque hasta la mitad de la pared que estaba pintada de blanco y después un espacio libre hasta su techo para que fuera más fresca, teníamos hasta comedor escolar en ella.  Los niños que vivían en las parcelas tenían transporte escolar y todo, una Land Rover gris... a mi, que siempre me ha gustado disfrutar todo al máximo, me daba un poquito de envidia no vivir lejos para venir en ella. 
¡Que alegría y algarabía cuando se bajaban todos los niños del transporte escolar cual bandada de palomas!... como la canción que cantábamos: 

"Cual bandada de palomas que regresan al vergel, hoy volvemos a la escuela anhelantes del saber,
ellas vuelan tras del grano que las ha de sustentar
y nosotros tras la idea que es el grano intelectual"