domingo, 4 de enero de 2015

¡Sabanas de mi cariño!!!



No se si eran las comidas tan 'canarias' de Traslita, o las canciones en la acordeón de papá que tanto me recordaban a las que yo oía desde muy niña en mi pueblito, o el fogón de doña María, aquella viejita que vivía sola en un ranchito de bahareque, donde yo iba todos los días a comprar aquellas deliciosas arepas de maíz amarillo 'pelao' recién salidas del budare, que colocado sobre sus tres piedras en el suelo y frente al cual ella se agachaba en 'cuclillas' me recordaba tanto el fogón de abuela Lola en nuestro pajerito, o si tal vez tendría mucho que ver aquel clima tan agradable de eterna primavera que se parecía tanto al de mi lejana Puntagorda… el caso es que yo no me sentía en un lugar extraño y lejano, a pesar de haber navegado durante nueve días en el océano Atlántico hasta llegar a Venezuela. 

¡Todo en Aguirre, con algunas excepciones, me recordaba a mi amada Puntagorda!  

Aún no habíamos cumplido un año viviendo en Aguirre cuando mis padres decidieron que nos íbamos a mudar para San Carlos, en el estado Cojedes… ¡Llano adentro!

¡Esta si es mi Venezuela! me dije, y desde lo más profundo de mi alma se desbordó esta pasión que no me ha abandonado nunca desde que divisé por primera vez aquellas inmensas llanuras, aquellos caudalosos ríos, aquellas embrujadoras sabanas... ¡Sabanas de mi cariño, de mi cariño sabanas!!!



Creo que no es una casualidad que la música llanera sea la más representativa de Venezuela, el Alma Llanera el segundo Himno Nacional y el Joropo su Baile Nacional.  El llano venezolano es mágico, con sus paisajes de ensueño, con su gente bondadosa, sencilla, alegre, divertida, ocurrente, agradable, hospitalaria y generosa… con sus leyendas de espantos y aparecidos.

El Silbón - Leyenda Venezolana:



Desde el primer momento sentí que pertenecía a este maravilloso pueblo, me envolvió por completo aquella magia con la que tanto había soñado, si, ahora si había llegado a 'mi Venezuela', la de los cuentos, la de mis fantasías de niña.

En San Carlos vivimos unos cuantos meses, para luego adentrarnos aún más en la llanura inmensa de aquellos maravillosos territorios, así, aún sin finalizar mi tercer grado de educación primaria nos mudamos al Asentamiento Campesino "El Estero".  Por aquellos años se encontraba en pleno desarrollo la llamada 'Reforma Agraria' y estaban repartiendo tierras a quién quisiera cultivarlas, y mis padres siempre emprendedores y trabajadores, decidieron aceptar una parcela en aquel lugar mágico de selva virgen. Era un lugar bellísimo, no habían construido todavía las casas en lo que sería luego el Centro Poblado, así que los que no querían ir a vivir en la parcela de terreno que les había sido asignada y donde existía un galpón de cinz, vivirían en una especie de barracón de bambú y cinz, cerca del lugar donde se iba a construir el Centro Poblado.  Allí nos instalamos nosotros. Cada familia tenía en ese inmenso barracón una habitación amplia donde se desarrollaban todas las actividades familiares. Papá, como siempre muy creativo, hizo unas divisiones con cartón piedra para que cada uno de nosotros tuviera su 'habitación', en ella sólo cabía la camita y en una esquina una cuerda que hacía las veces de armario para colgar nuestra ropa. 

Cuanto me gustaba cuando mamá nos planchaba la ropa, con aquella plancha de gasolina que se le echaba aire con una bomba... ¡era de lo más simpática la plancha!... tenía un depósito redondo en la parte de atrás donde se le colocaba la gasolina, éste tenía una válvula en la parte superior por donde se le echaba aire con una bombita parecida a la de inflar las ruedas de las bicicletas, pero más pequeñita, cuando la llama se le iba aminorando había que echarle aire de nuevo, un trabajo que me encantaba y que mamá, siempre dispuesta a enseñarme todo lo que yo quisiera aprender me dejaba hacer. Después me iba con mi ropa recién planchada a colgarla de la cuerdita en mi 'habitación'… me sentía de verdad una princesita en un cuento de hadas. 


Muy cerca del barracón había baños comunitarios, con varias duchas y un gran depósito de agua en el techo.  Yo, que venía de un lugar donde escaseaba el agua, ver aquel inmenso tanque que muchas veces se rebosaba y empezaba a derramarse el agua era una maravilla, y bañarme en aquellas duchas todo un placer.  Muchas veces nos bañábamos varias niñas juntas y era impresionante el 'zaperoco' que formábamos y cuanto nos divertíamos.  También teníamos cerca una especie de supermercado, un pequeño ambulatorio médico, pero sólo con una enfermera, y una ¡Escuela!!!... que linda era, de bahareque hasta la mitad de la pared que estaba pintada de blanco y después un espacio libre hasta su techo para que fuera más fresca, teníamos hasta comedor escolar en ella.  Los niños que vivían en las parcelas tenían transporte escolar y todo, una Land Rover gris... a mi, que siempre me ha gustado disfrutar todo al máximo, me daba un poquito de envidia no vivir lejos para venir en ella. 
¡Que alegría y algarabía cuando se bajaban todos los niños del transporte escolar cual bandada de palomas!... como la canción que cantábamos: 

"Cual bandada de palomas que regresan al vergel, hoy volvemos a la escuela anhelantes del saber,
ellas vuelan tras del grano que las ha de sustentar
y nosotros tras la idea que es el grano intelectual"

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