jueves, 25 de marzo de 2010

¡Tú no tienes papá!!!

Durante los tres primeros años, papá le escribía desde Venezuela a mamá lindas cartas de amor, nos envió también en alguna ocasión dinero, que mamá guardó hasta el último centavo en el banco, pues con lo que ella ganaba trabajando en el campo y con el bordado de los manteles, podía ofrecernos una vida tranquila y feliz. Lo único que nos hacía falta era papá, pero ya regresaría al cabo de algunos años, con el dinero suficiente para comprar una huerta donde poder sembrar lo que necesitábamos, ya teníamos una casita, que la habían construido papá y mamá con sus propias manos y... ¡sus propios pies! pues mamá nos contaba que el barro para hacer los ladrillos y las tejas lo amasaron ellos mismos con los pies y después de formados en moldes, los horneaban para hacerlos más resistentes. Las puertas y las ventanas -de madera y cristales- también las había hecho papá. Así que nuestra casita de dos habitaciones fue construida de forma "artesanal"... por papá y mamá... siempre me gustó mucho esta historia y todavía hoy le digo a mamá que me cuente detalles de todo esto.

Un día mamá recibió una carta de papá donde le decía que no le escribiera más a la misma dirección, pues se pensaba mudar a otra ciudad, que ya él le indicaría la próxima dirección...

no tuvimos más noticias de papá...

las cartas que mamá enviaba a la antigua dirección, eran devueltas con una inscripción en letras rojas que decía: "destinatario desconocido" recuerdo ver a mamá con la cajita donde guardaba las cartas de papá abierta y llorando desconsoladamente mientras las leía. Pienso que para mi hermano que entonces tenía once años debe haber sido terrible... yo en realidad no entendía mucho que significaba todo aquello, además ya lo he dicho, desde muy pequeñita, mi optimismo y mi empeño por cambiar la realidad cuando no me gusta, nunca ha tenido límites.

A pesar de todos estos acontecimientos, nuestra vida era tranquila y casi feliz, sin mayores problemas. Mamá seguía trabajando en el campo y bordando los manteles, mi hermano asistía a la escuela, era muy inteligente y buen estudiante y yo... jugando por aquellas huertas todo el día hasta el cansancio. En las noches después de cenar llegaba el momento que más nos gustaba de nuestra vida familiar, mamá se sentaba a bordar y mi hermano nos leía libros. Había traído de la pequeña biblioteca de la escuela, un libro precioso... ¡Platero y Yo!...todas las noches nos leía una parte del librito, que mamá y yo oíamos con mucha atención y alegría, hasta que una noche mi hermano no siguió leyendo, se quedó con el libro abierto entre sus manos... comenzó a ponerse colorado y rompió a llorar, mamá soltó el bordado y corrió a su lado preguntándole que le pasaba, él no podía hablar, sólo lloraba... mamá le preguntaba sin cesar que le pasaba... y él...llorar y llorar, yo... supongo que me sentiría como el día que se fue papá, con unos deseos inmensos de consolarlo, pero que decirle si no sabía lo que le sucedía, hasta que por fin después de un rato pudo hablar y entre sollozos nos dijo que en el libro decía:

¡La muerte de Platero!...

aquello era terrible... primero se desaparece papá como por arte de magia y ahora... nuestro querido y tierno burrito se muere... comencé a llorar... mamá que ya tenía bastantes motivos para llorar y viéndonos a nosotros desconsolados, tampoco se pudo contener, además de que estoy segura ella también le había tomado mucho cariño a Platero. Así que allí estábamos los tres llorando de nuevo otra vez.

Superada la muerte de Platero, volvió la alegría a nuestras vidas a pesar de la ausencia de papá, pienso que para mamá no sería tan fácil soportarla y sobre todo sufrir la angustia de no saber que ha sido de él, pero no lo demostraba... hasta que un día llegó una vecina a visitar a mamá. Mientras ellas conversaban sentadas en el patio, yo jugaba en las huertas de mi abuela paterna cerca de nuestra casa y hablaba con todo lo que existía a mi alrededor, con las plantas, con los pájaros, con las mariposas, con las piedras, con las nubes... costumbre que me acompaña hasta el día de hoy... ¡ahora le hablo al ordenador!... cuando avast! me dice que se ha actualizado, yo le contesto: ¡más te vale!...

cuando me cansé de jugar regresé a la casa y al llegar al patio, a nuestra vecina no se le ocurrió algo mejor que agarrar mi barbilla y en tono juguetón me dijo:

¡tú no tienes papá!!!...

yo le grité: ¡si tengo pero está en Venezuela!...

cuando pude por fin zafarme de ella, salí corriendo para el cuarto de mamá donde estaba la fotografía de papá sobre la mesita de noche... la apretaba entre mis manitas y la besaba llorando, detrás de mí llegó corriendo también mamá y mi hermano y a llorar los tres otra vez...

aquel cuarto definitivamente se había convertido para nosotros en el ¡muro de los lamentos!

2 comentarios:

  1. Una triste historia que se ha repetido con demasiada frecuencia, gracias a la eterna miseria ha la que hemos sido sometidos en distintas partes del mundo… Trabajemos para que deje de ser una historia repetitiva. Un saludo.

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  2. Bienvenido a mi caldera Pedro, el destino del emigrante y de la familia que queda atrás muchas veces, más de las que nos gustaría, tiene estos tristes matices. En mi caso ha sido un crisol donde me he forjado para ser lo que soy hoy, una persona muy sensible ante el sufrimiento de los demás, y por supuesto dispuesta a incorporarme al llamado que haces: "trabajar para que deje de ser una historia repetitiva".

    Un abrazo

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