martes, 30 de marzo de 2010

¡Traslita...


no tenía papá dijo nuestra vecina, pero tenia una madre extraordinaria... Traslita!!!

Pienso que todos decimos lo mismo de nuestras madres, pero en el caso de Traslita, es una opinión generalizada entre todos mis amigos, todos la querían tener de "mamá" y no pocos de mis amigos la llamaban "mi mamá adoptiva", cosa que a ella le encantaba, una de las cosas que más me envidiaron siempre mis amigos fué a ¡mi mamá!

Traslita tenía veintiocho años y era lo que allí llamaban una mujer "abandonada", con dos hijos en torno a los cuáles giraba toda su vida. A pesar de todo era muy alegre y divertida y su cualidad más resaltante, yo diría que era una decisión -que llegaba a la osadía- por vencer las adversidades que la vida siempre le había ido esparciendo en su camino desde muy niña. He hablado de mi optimismo desbordado, pero lo de Traslita no era optimismo, no, lo de ella era una decisión aguerrida por ganar "esa batalla" y las que vinieran.

Mamá era y ¡ES!, una persona muy estricta y absoluta en sus ideas, pero a la vez muy liberal en la práctica, más que una contradicción, son dos facetas de un mismo ser, maravilloso y valioso donde los haya, así nuestra educación siempre fué muy estricta en cuanto a sus interminables "discursos" sobre la moral, la sociedad, la ecología... si, si... ¡la ecología!... mamá era y es una fiel practicante y defensora de la ecología, desde mucho tiempo antes de estar de "moda". Sus reproches hacia nosotros, más que de tipo moral, eran siempre de tipo ecológico. No hace muchos años, yo, que he heredado de ella esta manía por los "discursos", le estaba ofreciendo a ella uno muy bonito sobre ¡ecología!, cuando hice una pausa para que ella pudiera decir algo, me miro y me dijo: ¿ecologista eh?... ¡ecologista es aquel que bota menos!, yo como siempre -muy buena en teoría y bastante deficiente en la práctica- tengo la mala costumbre de gastar mucho papel para todo y a eso se refería Traslita . Siempre la ponía muy triste el despilfarro de todo tipo. Ella, que siempre ha sido una persona muy austera, piensa que los seres humanos no necesitan de tantas cosas para vivir en paz y en armonía con la naturaleza, a la que ama. Ahora en su pequeñísima casita rodeada de flores, coloca un cuenco de agua en el lugar más bonito de su patio, y allí toman agua en perfecta armonia: su gatita ¡Valentina!, los pajaritos y los lagartos, que corretean por el patio a sus anchas...

muchas veces la encuentro observándolos enternecida, y de verdad les aseguro que no le falta razón. Es algo entrañable de verdad, ver con cuanta armonía y respeto, se turnan para beber agua y en el caso de los pajaritos darse unos baños que ya envidiarían los asiduos clientes de los mejores balnearios del mundo.

jueves, 25 de marzo de 2010

¡Tú no tienes papá!!!

Durante los tres primeros años, papá le escribía desde Venezuela a mamá lindas cartas de amor, nos envió también en alguna ocasión dinero, que mamá guardó hasta el último centavo en el banco, pues con lo que ella ganaba trabajando en el campo y con el bordado de los manteles, podía ofrecernos una vida tranquila y feliz. Lo único que nos hacía falta era papá, pero ya regresaría al cabo de algunos años, con el dinero suficiente para comprar una huerta donde poder sembrar lo que necesitábamos, ya teníamos una casita, que la habían construido papá y mamá con sus propias manos y... ¡sus propios pies! pues mamá nos contaba que el barro para hacer los ladrillos y las tejas lo amasaron ellos mismos con los pies y después de formados en moldes, los horneaban para hacerlos más resistentes. Las puertas y las ventanas -de madera y cristales- también las había hecho papá. Así que nuestra casita de dos habitaciones fue construida de forma "artesanal"... por papá y mamá... siempre me gustó mucho esta historia y todavía hoy le digo a mamá que me cuente detalles de todo esto.

Un día mamá recibió una carta de papá donde le decía que no le escribiera más a la misma dirección, pues se pensaba mudar a otra ciudad, que ya él le indicaría la próxima dirección...

no tuvimos más noticias de papá...

las cartas que mamá enviaba a la antigua dirección, eran devueltas con una inscripción en letras rojas que decía: "destinatario desconocido" recuerdo ver a mamá con la cajita donde guardaba las cartas de papá abierta y llorando desconsoladamente mientras las leía. Pienso que para mi hermano que entonces tenía once años debe haber sido terrible... yo en realidad no entendía mucho que significaba todo aquello, además ya lo he dicho, desde muy pequeñita, mi optimismo y mi empeño por cambiar la realidad cuando no me gusta, nunca ha tenido límites.

A pesar de todos estos acontecimientos, nuestra vida era tranquila y casi feliz, sin mayores problemas. Mamá seguía trabajando en el campo y bordando los manteles, mi hermano asistía a la escuela, era muy inteligente y buen estudiante y yo... jugando por aquellas huertas todo el día hasta el cansancio. En las noches después de cenar llegaba el momento que más nos gustaba de nuestra vida familiar, mamá se sentaba a bordar y mi hermano nos leía libros. Había traído de la pequeña biblioteca de la escuela, un libro precioso... ¡Platero y Yo!...todas las noches nos leía una parte del librito, que mamá y yo oíamos con mucha atención y alegría, hasta que una noche mi hermano no siguió leyendo, se quedó con el libro abierto entre sus manos... comenzó a ponerse colorado y rompió a llorar, mamá soltó el bordado y corrió a su lado preguntándole que le pasaba, él no podía hablar, sólo lloraba... mamá le preguntaba sin cesar que le pasaba... y él...llorar y llorar, yo... supongo que me sentiría como el día que se fue papá, con unos deseos inmensos de consolarlo, pero que decirle si no sabía lo que le sucedía, hasta que por fin después de un rato pudo hablar y entre sollozos nos dijo que en el libro decía:

¡La muerte de Platero!...

aquello era terrible... primero se desaparece papá como por arte de magia y ahora... nuestro querido y tierno burrito se muere... comencé a llorar... mamá que ya tenía bastantes motivos para llorar y viéndonos a nosotros desconsolados, tampoco se pudo contener, además de que estoy segura ella también le había tomado mucho cariño a Platero. Así que allí estábamos los tres llorando de nuevo otra vez.

Superada la muerte de Platero, volvió la alegría a nuestras vidas a pesar de la ausencia de papá, pienso que para mamá no sería tan fácil soportarla y sobre todo sufrir la angustia de no saber que ha sido de él, pero no lo demostraba... hasta que un día llegó una vecina a visitar a mamá. Mientras ellas conversaban sentadas en el patio, yo jugaba en las huertas de mi abuela paterna cerca de nuestra casa y hablaba con todo lo que existía a mi alrededor, con las plantas, con los pájaros, con las mariposas, con las piedras, con las nubes... costumbre que me acompaña hasta el día de hoy... ¡ahora le hablo al ordenador!... cuando avast! me dice que se ha actualizado, yo le contesto: ¡más te vale!...

cuando me cansé de jugar regresé a la casa y al llegar al patio, a nuestra vecina no se le ocurrió algo mejor que agarrar mi barbilla y en tono juguetón me dijo:

¡tú no tienes papá!!!...

yo le grité: ¡si tengo pero está en Venezuela!...

cuando pude por fin zafarme de ella, salí corriendo para el cuarto de mamá donde estaba la fotografía de papá sobre la mesita de noche... la apretaba entre mis manitas y la besaba llorando, detrás de mí llegó corriendo también mamá y mi hermano y a llorar los tres otra vez...

aquel cuarto definitivamente se había convertido para nosotros en el ¡muro de los lamentos!

miércoles, 24 de marzo de 2010

¿Quién te lavó la cara hoy?

Mi pueblito, de inigualable belleza, es un pueblito de montaña y sus casitas de piedra están dispersas en una preciosa ladera, formando un anfiteatro. Además de árboles frutales de casi todas las especies, tiene muchos almendros, castaños, y el increíble "Fayal"... un bosque de enormes pinos que junto con las fayas y los brezos, que se cobijan bajo sus sombras, eran la delicia de mi abuela Lola y su rebañito de nietos, en los días calurosos de verano.

El mar se divisa a lo lejos, debajo de los acantilados, pero puedes ver perfectamente desde tu casa si está en calma o si tiene oleaje y comprobar como en ningún lugar del mundo, las estrofas de aquella vieja canción...

"el mar y el cielo se ven igual de azules y en la distancia parece que se unen"...

los vecinos éramos todos gente muy pobre, sólo había dos familias que podríamos llamar ricas, y entre los pobres se distinguían aquellos que por ser emigrantes retornados de Cuba, tenían casitas mejores -de dos pisos- y algunos terrenos más que los demás. Las dos familias ricas y estos "pequeños terratenientes" eran los únicos que ofrecían alguna fuente de trabajo. Con ellos trabajaba mi mamá, pues al emigrar mi papá a Venezuela, tenía que cubrir los gastos de la casa y su única entrada de dinero, era la que obtenía bordando manteles de Richelieu para una compañía. Una vecina era la encargada de distribuir estos manteles entre las mujeres del pueblo, pero sobre esto hablaré más adelante en estos relatos.

Mamá trabajaba durante el día "ganando jornal" y en la noche bordaba aquellos enormes manteles (siempre me he preguntado como podía bordar algo tan fino, con sus dedos muchas veces llenos de grietas por el duro trabajo del campo), yo observaba con admiración como bordaba mi mamá y quería crecer rápido para bordar yo también, mientras tanto me conformaba con "bordar" haciendo puntitos con una espina de naranjo sobre una hoja de col.

Al regresar de la escuela, mi hermano y yo, solos en la casa, pues mamá estaba trabajando, después de comer y hacer los deberes escolares nos dedicábamos a nuestros juegos infantiles en el patio y en las huertas alrededor de la casa. Un día que pasaba el párroco del pueblo por el camino, me vió con la cara no muy limpia al parecer, por la juguetona ironía de su pregunta: ¿quién te lavó la cara hoy? a lo que yo respondí inmediatamente:

¡mi mamá!

...no sé que pensaría el párroco, quien siguió su camino sin decir palabra, pero yo les aseguro que me quedé orgullosa y felíz con mi "cara lavada" por...

¡mi mamá!

lunes, 22 de marzo de 2010

¡No llores que papá viene mañana!

...yo con mis tres añitos quería consolar a mi hermano que a sus ocho años, tenía plena consciencia de lo que significaba que papá emigrara a Venezuela...

papá no vino "mañana"...

lo volvimos a ver después de seis años cuando viajamos a Venezuela a encontrarnos con él, pero yo siempre seguiría enfrentando los momentos cruciales de mi vida, con ese optimismo desmedido que intenta cambiar la realidad. Es esta característica tan acentuada de mi personalidad, la que me ha permitido hacer realidad tantos sueños que parecían de verdad una utopía.

Fué en el patio de nuestra casita de aquel pueblo de montaña, en una pequeña isla en medio del Atlántico, donde comencé a dar rienda suelta a mis sueños. Hablando con las plantas y las mariposas, aprendí desde muy niña a comunicarme de una forma muy particular con todo lo que me rodea... después sería en Venezuela, esa maravillosa tierra ¡mi pasión desbordada! y luego en la legendaria e indescriptible ¡Grecia! donde los mitos, la realidad y los sueños se entrelazan de una forma mágica...

quisiera que estos pequeños relatos de mi vida que comienzan hoy, sean también muy particulares y que lleguen a ustedes tal y como los viví... ¡intensamente!